viernes, febrero 29, 2008

Baba Dokia y Baba Marta

Marcela Vera O.

En Rumania, Bulgaria, Albania, y Macedonia aún existe una tradición desde hace 8.000 años relacionada con el mes de marzo y con la Gran Madre. Se trata del martisor (“martzishor”) -como se llama en Rumania- o Martenitza, como se llama en Bulgaria. Este puede ser cualquier figura pequeña, acompañada de un lazo con un hilo rojo y otro blanco, que se les regala a las mujeres desde el primer día de marzo (todo el mes), y que ellas llevan puesto con un alfiler en la ropa, sobre el pecho. El martisor significa salud y belleza, y el lazo representa el paso del invierno a la primavera, pero también la dualidad del cosmos, las energías opuestas, la energía femenina y la masculina. El rojo representa la vida y la fertilidad, la primavera (la sangre, el fuego y la pasión), y el blanco representa la muerte y el invierno (el semen, la nieve, y las nubes).

En antaño, el martisor era parte de todo un rito relacionado directamente con un nuevo ciclo, y con la agricultura (las mujeres inventaron la agricultura, "cultura" significa sembrío). Se trataba de una celebración a la primavera y a la energía femenina regeneradora, donde se oraba y se sacrificaba un animal. El lazo representaba el paso de un estado a otro, y el estado en armonía que hay en la fusión entre dos energías opuestas. Como el frío con el calor, que dan paso a la primavera. O como la lluvia y el sol -agua y fuego- que dan lugar al arco iris (como en el símbolo del cultrun mapuche): es decir, el equilibrio entre ambos. Los dos colores representaban la continuación de la vida despues de la muerte (la muerte del invierno), y en las costumbres de Rumania aún están presentes en la cerámica, la vestimenta de la recién casada, en ceremonias de nacimiento y en entierros (ritos de transición).

La diosa relacionada con el rito del martisor era Baba Dokia ("Dochia") en Rumania, y Baba Marta en Bulgaria. Las dos tienen su origen en el culto a la Gran Madre. Al periodo entre el 1 y 9 de marzo se le llama "días de las ancianas" (zilele babelor). En estos días aparece Baba Dokia y la primavera lucha en contra del invierno hasta vencerlo. Por tal, se invocaba y celebraba la energía femenina regeneradora que entra en juego en esa época del año poniendo todo en movimiento y creando la transformación. La Gran Madre, o la "Magna Mater", la unica imagen de dios representada en las más antiguas figuras y pinturas encontradas, que datan de hace 10.000 años atrás.

Como el martisor, quedaron varios otros vestigios de los ritos de primavera desde la epoca anterior a la estructura patriarcal, relacionados con la Diosa (la imagen femenina de dios/diosa fué la unica imagen de dios venerada durante más de 25.000 años en todas las culturas de la tierra). Como el rito a la Pacha Mama antes de la siembra en el altiplano, las orgías en honor a las diosas que celebraban las mujeres en los templos levantados a ellas en la antigua Grecia (como las que aún se celebran en algunas sociedades de Africa y Oceanía), o algunas que derivan de las costumbres paganas de Europa: los huevos pintados de rojo que representan la fertilidad, las figuras de conejos, el fuego de las fogatas para terminar con lo viejo, purificarse y dar paso a lo nuevo. Las fogatas “para espantar a las brujas", como se dijo despues, ya que esa noche las mujeres sabias de la Edad Media evocaban a la Diosa en ritos de fertilidad.

El nombre “martisor” (y “martenitza”) vendría del nombre del mes de marzo (martie) y del dios romano Marte (Martius), el dios de la primavera, la agricultura y la guerra (según el calendario antiguo, en Europa la primavera llega este mes). Marte es un dios `masculino´, hecho que inevitablemente nos hace pensar en los factores que llevaron al olvido el significado original del martisor y del rito en su totalidad. Así como en los cambios que hubieron en las antiguas tradiciones despues de la aparición de la sociedad androcentrica y de la prohibición del culto a las diosas. Hace 2.000 años atrás los romanos, los tracios (tracii) y los dacios (dacii), celebraban esta tradición el 1 de marzo y le llamaban "Matronalia".

El dios que veneraban los dacios se llamaba "Marsyas Silen", era el inventor de la flauta y tenía poderes sobre la naturaleza. En esa época el martisor cambió su aspecto al que tiene hoy: se le cambiaron las dos piedras roja y blanca que tenía antes, y se le puso el lazo hecho de dos hilos de dos colores, entrelazados y a la vez amarrados en un 8 (simbolo del infinito). Tambien se le dió la función de amuleto protector que daría suerte a la portadora. Se le colgaban monedas de oro y de plata, o flores.


Con la llegada del primer emperador romano cristiano, el culto a la Gran Madre y a las principales diosas fué prohibido, siendo permitido nada más que el culto a algunas diosas lares. Estas reencarnaban cualidades pasivas que correspondían al ideal de la iglesia, es decir las de una "buena madre" y una "buena esposa", leal, protectora y dedicada a la crianza de futuros soldados para el imperio. Es por eso que es interesante el hecho de que a pesar de la esencializacion del contexto, el olvido de la totalidad del rito y los cambios en la costumbre, el martisor haya sobrevivido tanto tiempo.

Antiguamente en Moldavia, como en Bulgaria, las chicas jovenes usaban el martisor desde el 1 hasta el 12 de marzo. Luego se amarraban los lacitos en el pelo hasta ver la llegada de los primeros pajaros a la aldea. Entonces colgaban los lazos en el primer árbol florido que encontraran, y pedían un deseo. Algo así como las cintas de colores (oraciones) que dejan los japoneses en las ramas de los primeros cerezos floridos del año. En otras regiones de Rumania, las madres para protejer a sus bebés les ponen un martisor al cuello, en la muñeca o en el pié. Actualmente, una figura muy común que acompaña los hilos rojo y blanco, es el trébol de cuatro hojas, el deshollinador de chimeneas, y la herradura de caballo, tres símbolos de la buena suerte (el último relacionado con la Diosa Epona).

En resumen, el martisor rescata una parte perdida de nuestra historia, de nosotro/as mismo/as; una parte extraviada entre prohibiciones, falta de memoria, de conocimiento y de autoestima. Rescata el hilo rojo, que con tanto blanco encima ha ido quedando como rosado pálido...


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