lunes, abril 16, 2007

Mujeres exiliadas

MUJERES EXILIADAS: con Chile en la memoria

Loreto Rebolledo, periodista y antropóloga - Ude Chile

("La Memoria de las Mujeres: un Conocimiento Excluido de la Historia", Seminario teórico y testimonial, Centro de Estudios de Género y Cultura de América Latina de la Universidad de Chile, 2001).



La experiencia y la memoria del exilio permanece dispersa en los recuerdos de múltiples chilenos y chilenas sin lograr revertirse a una memoria colectiva. A la negación del exilio en el discurso social como una experiencia límite de miles de hombres y mujeres chilenos hay que agregar la carencia de espacios colectivos en que esa experiencia pueda ser reflexionada por quienes la vivieron. Esto es más fuerte aún en el caso de las mujeres, dado su aislamiento y su menor participación en organizaciones políticas.

Los individuos que recuerdan, resignifican el pasado y transmiten a otras personas los nuevos o viejos significados. En este proceso están involucrados tanto hombres como mujeres, niños, jóvenes y adultos. Sin embargo, el exilio ha tendido a ser conceptualizado básicamente como una experiencia masculina, debido a que la mayoría de las personas con prohibición de ingreso eran hombres y los altos dirigentes políticos del gobierno anterior cuando regresaron impusieron un discurso hegemónicamente masculino que se difundió a través de los medios de comunicación, desdibujando las experiencias de mujeres y niños.

Conceptualizar la memoria obliga a referirse tanto al recuerdo como al olvido. La resignificación de la memoria se realiza a través de una selección donde se privilegian algunos aspectos por sobre otros. En este sentido la memoria es un acto de representación selectiva del pasado, un pasado que nunca es sólo de un individuo porque los individuos están insertos en contextos familiares, sociales y nacionales, por lo tanto la memoria es colectiva (Rousso 1996). Toda memoria individual está dentro de un marco social y la memoria colectiva se vale de las memorias individuales

La memoria emblemática del exilio y las memorias femeninas

Hay dos imágenes muy fuertes que convocan la memoria de todos los exiliados y que es posible rastrearlas en la producción testimonial escrita y oral y que aparece condensada en la poesía. Una de estas imágenes es la del desarraigo, el vivir al mismo tiempo entre dos espacios : allá y acá ( en Chile y el país de exilio), la otra es la del tiempo suspendido (el exilio como entre paréntesis).

Estas imágenes se inscriben dentro de la segunda memoria emblemática de la que habla Stern (2001), la memoria como una ruptura lacerante;

es una memoria emblemática... que simboliza una ruptura de vida no resuelta y tremendamente profunda. Casi transforma a las personas en una especie de doble-persona.

Por un lado está la persona cotidiana, que ordena su vida, recordando los trámites, haciendo el trabajo, saludando a la gente y hablando las conversaciones normales y superficiales de la vida ordinaria. Pero también hay un interior donde existe la persona profunda, el ser humano cuyo punto de partida es la memoria viva y lacerante de la herida insoportable, un dolor que quita sentido de la vida " normal" cotidiana y sus apariencias tan superficiales." (Stern, 2001:16)

El desarraigo, el sentirse viviendo en el " país de nadie" al decir del escritor Luis Sepúlveda acentúa la sensación de ajenidad, de no pertenecer al lugar donde se vive y de pertenecer a otro donde no se puede vivir. Esto hace que el exilio se recuerde como un vaivén entre estar allá y acá. Vivir en el país de exilio , pero un vivir a medias porque se piensa y se sueña con estar en Chile.

Otro lugar de memoria del exilio, compartido por hombres y mujeres, es que el tiempo del exilio fue un tiempo transitorio, un tiempo vivido entre paréntesis a la espera del regreso, un tiempo en el que se vivió " con la maleta lista para volver". Se recuerda el exilio como una especie de no-tiempo, vivido con la casi certeza de que la vida real estaba esperando en otra parte.

El exilio rompe la linealidad temporal y espacial, en la memoria colectiva se representa como un tiempo suspendido en que se vivió en un lugar ajeno a la espera de volver. Los diferentes modos de afrontar la resolución de la vida cotidiana, los diversos países de acogida, los distintos orígenes sociales, étnicos y de género de los exiliados dieron lugar a una variedad de experiencias y por tanto a una multiplicidad de recuerdos, de memorias sueltas .

No obstante , pese a la fragmentación es posible solidificar algunos discursos. Desde el habla de los sujetos en el acto de recordar es posible establecer ciertos puntos de encuentro, ciertos nudos comunes que convocan los recuerdos.

Así, desde el habla de las mujeres es posible establecer su lugar social y el peso - mayor o menor- que jugaron los mandatos culturales de género en su vivencia y memoria del exilio. Entre mujeres de clase media, universitarias o profesionales es recurrente la idea que fueron ellas, antes que sus congéneres masculinos, las primeras en asumir que el tiempo del exilio podía ser largo, y por tanto había que asumirlo y enfrentarlo.

El sentido práctico, su necesidad de ponerle anclas a la vida y amoblar el cotidiano de sus familias derivado de su responsabilidad en la reproducción, las hace ubicarse más rápidamente en el país de exilio.

Otro nudo que convoca la memoria de mujeres estudiantes universitarias y profesionales es que el exilio fue un espacio y un tiempo en el cual tuvieron mayores oportunidades de ser ellas mismas, de tomar decisiones sobre qué hacer y cómo organizar sus vidas. Esto gracias a los logros obtenidos por las feministas en los países del primer mundo y en el caso de aquellas que se quedaron en latinoamerica y otros países del tercer mundo por las ventajas que representaba el no contar con el control social de la familia.

El exilio, para las mujeres de clase media, especialmente para aquellas con formación superior, representa una posibilidad de autonomía y de avanzar en un proceso de individuación.

Hemos revisado dos tipos de memoria del exilio , una en que convergen los recuerdos de hombres y mujeres y que se enmarca dentro de una memoria emblemática que da cuenta de rupturas lacerantes.

Los nudos que la convocan son el desarraigo, la ajenidad , vivenciada como el no pertenecer; y el tiempo suspendido, que se lo evoca como un no ser y no estar, como vivir la vida de otro en un tiempo prestado.

Esto da cuenta de lo negativo de la experiencia del exilio. A diferencia de la memoria emblemática, otras memorias sueltas, ancladas en un grupo específico de mujeres profesionales, dan cuenta del exilio desde una perspectiva positiva, relevando lo que se ganó en tanto mujeres : avanzar en un proceso de individuación, con mayor capacidad reflexiva, con más posibilidades de ser ellas mismas; y, la autonomía como posibilidad de ser, hacer y decidir. En otras palabras, crecer como personas..

Es de destacar que pese a su apariencia contradictoria, estos dos memorias no se desencuentran, mas bien son complementarias y están hablando de dos dimensiones del sujeto, ambas relacionadas con la cultura. En el primer caso lo que existe es la memoria de un extrañamiento de la cultura propia, en el segundo son las ganancias que se obtiene cuando la cultura propia es transformada por la cultura del país al que se llega, o por un proceso de crecimiento personal, cuyo costo, tiende a ser silenciado.

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