miércoles, septiembre 12, 2007

Máscaras de género

Máscaras de género: Delmira Agustini y Gabriela Mistral

"Gender Masks in Translation: Delmira Agustini and Gabriela Mistral"




Por Paula Bloom

(trad.: Marcela Vera)


Mi propuesta de tesis nació del deseo de combinar en la traducción, mis intereses en género y poesía. Comenzó con la lectura de Traducción y Género, de Luise von Flotow, donde ella relata cómo el género se ha convertido y continúa siendo un tema significativo en los estudios de traducción, terminando con un capítulo provocador de pensamiento, que sugiere proyectos para estudios futuros. Entre estos proyectos propuestos, el que encontré particularmente interesante es el re-estudio de las traducciones de la literatura escrita por mujeres. Esto me inspiró porque recordé un ensayo que había leído recientemente por Sylvia Molloy, que discute una estrategia usada por muchas críticos y mujeres escritoras latinoamericanas del siglo veinte, en la búsqueda de la aceptación (o de la aceptabilidad) por una comunidad literaria predominante masculina (Molloy, 1991).

Citando un proceso llamado por Joanna Russ “negación por categorización falsa” (1983: 49-61), Molloy describe una tendencia de los críticos latinoamericanos a identificar a las escritoras mujeres a través de la dramatización de sus características personales. Allí encontramos el origen de los “mitos” atados a dos escritoras latinoamericanas del siglo veiente: Delmira Agustini y Gabriela Mistral. Agustini como la virgen llena de deseo, y Mistral como la madre espiritual. Mientras que estos epítetos fueron pensados probablemente por la comunidad masculina predominante para distraer al lector del texto y para fijar la atención en la imagen, la mujer escritora se apropió de estas “máscaras” para crear, subconsciente o no, un personaje con el cual ella gana acceso y aceptación por los círculos sociales y creativos dominantes de su tiempo.

En su discusión, Molloy menciona entre otros, a Delmira Agustini y a Gabriela Mistral como dos escritoras que adoptaron claramente esta estrategia: Agustini como “la Nena”, y Mistral como “la Maestra de América.” Lo que es intrigante sobre estas escritoras no es tanto su postura consciente, como la evidente discrepancia entre sus máscaras y su poesía. La Agustini “virginal” escribió versos eróticos, abiertamente sensuales, mientras que la Mistral “ejemplar” escribió lo que recientemente se ha interpretado como expresiones de su lesbianismo en secreto.

La lectura de estos dos ensayos en un corto período de tiempo me hizo preguntar si las traducciones de la literatura de Agustini y de Mistral han sido influenciadas por ambas máscaras utilizadas por los poetas y los mitos perpetuados por sus críticos. ¿Han sido afectados los traductores por las percepciones de estas dos escritoras de tal manera que ciertas elecciones de palabras y selecciones de antologías perpetúan sus personajes respectivos, y aseguran así su supervivencia? Sondando las máscaras y los mitos asociados a Agustini y a Mistral, no significa sugerir que hay necesariamente una división neta entre la máscara y la escritora, o la mujer y el mito, y por lo tanto asumir que constituyen un “funcionamiento deliberado, voluntarioso”. Especialmente en el caso del Mistral, esto es casi imposible de saber, y en todo caso no es relevante. Solamente significa poner en frente la idea de que las discrepancias sutiles y abiertas entre el personaje y el poema, entre la máscara y el texto, pueden haber sesgado a un cierto grado no sólo en la manera en que se han retratado en su cultura y lengua materna, si no tambien en cómo las hemos recibido en la traducción.


Gabriela Mistral: “La madre espiritual de América”

El caso de Gabriela Mistral es, como el caso de Agustini, semejantemente intrigante. Aunque los críticos sólo recientemente han comenzado a proponer nuevos tipos de lecturas para su obra, su poesía ha sido alabada tradicionalmente como modelo para la literatura maternal y de niños. Mistral, en un mayor grado que Agustini, pero quizás por razones similares, creó para sí un personaje específico, socialmente aceptable. Se promovió como “la maestra de América”, y como “madre espiritual” de todos los niños de América Latina. La diferencia entre la producción poética de Agustini y la de Mistral, es que muchos de los versos y de los ensayos de Mistral apoyan claramente esta imagen. Por ejemplo, su colección de versos dirigidos hacia las alumnas, Lecturas para Mujeres, es entendida como lectura necesaria enla enseñanza, con las esperanzas de producir un “buen sujeto nacional (femenino)” (Licia Fiol-Matta, 1995).

Mistral adaptó su discurso específicamente hacia las mujeres, pero no necesariamente hacia propósitos feministas. Mientras que algunas críticas feministas han visto en Mistral la creación loable de una comunidad femenina, y por lo tanto un ejemplo brillante de la “escritura femenina”, otras han considerado sus temas - la santidad de la maternidad, de la literatura de los niños, del amor (heterosexual), y la preferencia de la maternidad al resto de cualidades y de los propósitos de las mujeres – temas que han desconcertado al feminismo latinoamericano. Mistral, que nunca se casó y ni tuvo hijos, fue reconocida extensamente como lesbiana en círculos literarios y sociales. Como su imagen pública fue basada en la aceptada visión cultural de la “feminidad”, el de la madre y de la profesora, su lesbianismo fue suprimido o ignorado por la comunidad que ella fuertemente se esforzó en representar. Por esta razón Mistral sigue siendo una figura molesta, haciendo que algunos vean su literatura y su persona como áreas de una posible expresión lesbofóbica. Otro aspecto del trabajo del Mistral pasado por alto a causa de la “máscara”, es la oscuridad subyacente en muchos de sus poemas: versos que señalan emociones turbulentas de celos, de venganza, y de premonición (por ejemplo "Dios lo quiere," "Balada," "Coplas,"). Sin embargo, su espiritualidad maternal es la imagen por la cual más se la recuerda, y es la imagen más facil de encontrar en las descripciones de su vida y obra.

De hecho, el discurso pronunciado por Hj. Gullberg de la academia sueca en 1945, al concederle a Gabriela Mistral el premio Nobel de Literatura, avala la “leyenda” de su vida, y la fama que ésta le trajo.

El discurso de la Academia Sueca estableció firmemente el mito de Mistral, usando el lenguaje de la mitología (“la historia de Gabriela Mistral”, “Mistral, como Job, lloró alto hacia el cielo”, “el fantástico viaje”); puso a Mistral en un pedestal real (“reina espiritual de toda America Latina”, “poetisa de la meternidad”, “gran cantante de la compasión y la maternidad”); y al mismo tiempo la empujó a asegurar su aceptación por la comunidad literaria masculina (“pequeña profesora provincial”, “joven colega”). De esta manera, promocionaron y diseminaron efectivamente por el mundo la leyenda (aceptable) de Mistral, la Reina Espiritual de la Maternidad, mientras que simultaneamente, socavaron su mérito manejando los elogios en el lenguaje condescendente del patriarcado. Ésta fue la misma leyenda con la que se la daría a conocer a los lectores en los años posteriores.

Afortunadamente, investigadores recientes de la persona y la literatura de Mistral, han animado a nuevas lecturas de su obra. Uno de los primeros ha sido Santiago DaydTolson, quien dice reconocer que muchos de los poemas de Mistral en los que se describe a la madre y el hijo, son en realidad arquetipos de la iconografía cristiana de la Virgen Maria y el Cristo. Otro ejemplo, de lo que tal vez es la lectura de Mistral más revolucionaria, es la de Licia Fiol-Matta, en su articulo “La Maestra de America. Género, Sexualidad y Nación en Gabriela Mistral”. En su ensayo, Fiol-Matta busca interpretaciones de posibles expresiones lesbianas en los versos de Mistral, y ofrece posibles razones para su incansable construcción de la imagen de la mater et magistra, citando su deseo de irse de Chile y viajar (la trotamundos sin rumbo es un tema recurrente en la obra de Mistral), y su comprensión de que un lesbianismo publico la hubiese privado de toda oportunidad de trabajo, de escribir, y de hablar dentro de una cultura patriarcal latinoamericana.

Lo más importante, su posición como embajadora de America Latina le aseguró la posibilidad única para un discurso subversivo. Éste discurso se puede hallar una vez investigadas las mascaras que Mistral usó: la máscara de género (como la madre espiritual y su énfasis en la santidad de la mujer en la repruducción); la máscara de su sexualidad (el sacrificio de no casarse ni tener hijos, para adoptar a todos los niños de America Latina); su máscara de la Nación (el privilegiar la maternidad ante todo lo demás, para crear un buen sujeto femenino latinoamericano). Una vez problematizadas, es posible encontrar lecturas alternas de esas máscaras: en el retrato de la niñez, en “Colof con cara de excusa”, el “niño-Yo”, no puede, o no decide enfrentarse directamente con los objetos de su deseo y tiene que arrancarse de la madre/mujer. Visto alegoricamente, la maternidad puede representar la característica de atracción y repulsión del deseo reprimido. Existen otros lugares de deseo en la obra de Mistral, y generalmente bordean en conyunturas peligrosas; sin embargo, ofrecen las condiciones y posibilidades para nuevas lecturas de su obra.

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