lunes, mayo 14, 2007

La construcción del sexo

foto: "I have sex with palestinian women"
(en hebreo)






La cultura impregnó y cambió el cuerpo.
Desde los griegos primitivos se puede distinguir naturaleza de cultura. Antes de la Ilustración, el sexo, o el cuerpo, se entiende como el epifenómeno, mientras que el género se entiende como primario o “real”. Al comienzo, el sexo y el género estaban vinculados en el “modelo de sexo único”. Ser hombre o ser mujer significaba tener un rango social, un lugar en la sociedad, asumir un rol cultural, no ser de uno u otro de dos sexos.

Antes del siglo XVII, el sexo era una categoría sociológica y no ontológica. A mediados del siglo XVIII la ciencia constató que el orgasmo en la mujer no era necesario para la concepción, y que una mujer no sólo no necesita sentir placer para quedar encinta, como antes se creía, si no que incluso no necesita estar conciente. Eso abrió la posibilidad de la pasividad femenina y de la “impasibilidad”, y creó un espacio para que la naturaleza sexual de las mujeres fuera redefinida, debatida, negada o limitada. Hasta la antigüedad, la amistad había sido asociada con los hombres y la sexualidad con las mujeres, pero después de la Ilustración se le atribuyó al hombre el desear sexo y a la mujer el desear relaciones.

Durante miles de años se tuvo la idea de que las mujeres tenían los mismos genitales que los hombres, a exepción de que los suyos estaban en el interior del cuerpo y no en el exterior. Galeno, en el siglo II d.C. desarrolló esta idea demostrando que las mujeres eran esencialmente hombres en los cuales una falta de calor vital, de perfección, se había traducido en la retención, en el interior, de las estructuras visibles del hombre. Durante dos milenios, el ovario careció de nombre propio, los científicos refiriéndose a él como testículos masculinos. Tampoco hubo un término técnico para para designar la vagina, si no hasta aprox. el 1700.
















Hacia 1800 los científicos se centraron en lo que consideraban diferencias fundamentales entre hombres y mujeres. No sólo sus respectivos sexos eran diferentes, si no que eran distintos en todos los aspectos del cuerpo y del alma, en todos los aspectos físicos y morales. La opinión dominante desde el siglo XVIII fue que había dos sexos opuestos estables y que las vidas política, económica y cultural de hombres y mujeres, sus roles de género, estaban de algún modo basados en ello.

A finales del siglo XIX se adujo que la nueva diferencia no podía demostrarse en los cuerpos visibles, si no en los elementos microscópicos que los constituían. La diferencia sexual en clase, no en grado, parecía basada en la naturaleza. El profesor de biología Patrick Geddes recurrió a la fisiología celular para explicar que las mujeres eran “más pasivas, conservadoras, perezosas y estables” que los hombres, mientras estos eran “más activos, enérgicos, entusiastas, apasionados y variables”. Los organismos microscópicos determinaron las diferencias entre los sexos y el lugar de cada uno de ellos en la sociedad.

Para Joan Scott, el género incluye al propio tiempo biología y sociedad. Catharine MacKinnon sostiene que el género es la división entre hombres y mujeres causada por los requerimientos sociales de la heterosexualidad, que institucionaliza el dominio sexual del hombre y la sumisión sexual de la mujer. El sexo consiste en relaciones sociales organizadas de forma que los hombres puedan dominar y las mujeres deban someterse. Foucault sostiene que la sexualidad no es un instinto biológico, si no más bien una forma de moldear el yo en la experiencia de la carne. Ésta experiencia está constituida desde y en torno a formas de conducta. Estas formas de conducta existen en relación con sistemas de conocimiento, con reglas de lo que es o no es natural, y con una relación entre el individuo y el sí mismo, que le capacita para reconocerse como sujeto sexual entre los demás. La sexualidad como atributo de primera importancia con el sexo opuesto no es algo natural, si no que es un producto de finales del siglo XVIII.
















Las nuevas formas de interpretar el cuerpo fueron resultados de dos desarrollos: epistemológico y político. A principios del siglo XVIII aún se vinculaban las cualidades del goce sexual con la realidad metafísica, en la cual, se pensaba, residía el orden social. La nueva biología, en su búsqueda de diferencias entre los sexos, surgió en el momento en que los fundamentos del viejo orden social desaparecían. El nuevo cuerpo sexuado se creó con la influencia de muchos cambios sociales y políticos. La construcción de un cuerpo unisexuado con versiones atribuidas a dos géneros, fue formulada en la Antigüedad para dar valor a la afirmación cultural del patriarcado, del padre, frente a la reivindicación de la madre. La ruptura del modelo de un sexo y el establecimiento de los dos sexos no fue consecuencia del cambio científico, si no más bien una revolución epistemológica y político-social.

Marcela Vera O.



Fuente:

Lacqueur, Thomas (1994). Sobre el lenguaje y la carne. En La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud.

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