jueves, noviembre 22, 2007

Feminismo en blanco y negro

Marcela Vera O.


Sabemos que el feminismo en nuestro país se ha ido desarrollando en los últimos 20 años, pero después de un largo estancamiento a raíz de los procesos históricos comenzados hace 35 años (sin contar la influencia paralizadora de la iglesia católica), en general se vé una tendencia a situarse en la corriente del feminismo radical de los años ´60.

En nuestro país aún se está debatiendo el derecho al aborto (aunque se discute muy poco), recién tenemos derecho al divorcio, y la píldora del día después parece ser un debate sin fin… Hay temas que nisiquiera se discuten en algún debate, como el sexismo en la educación y en la sociedad en general, o la intromisión de la iglesia en las políticas publicas de educación sexual o derechos reproductivos y de la salud.

En este sentido, los cambios de paridad hechos en el gobierno por la Presidenta de la República, así como las leyes a favor de los derechos de la mujer impulsadas por ella, que en general nisiquiera tienen el incentivo de los movimientos feministas, resultan ser una hazaña personal de ella misma. El “femicidio político” que la acosa, es en general pasado por alto por muchas feministas, incluso considerado un “chiste” el hecho de que la presidenta se quéje de “algo así”, ya que no se compara con la muerte de las 58 mujeres que ya han sido asesinadas este año a manos de sus parejas. Como si la discriminación sin resultado de muerte no importara. Pero sólo basta con ver los diarios para darse cuenta de que a la presidenta no sólo la ignoran o solamente resaltan sus fracasos, sino que además la ridiculizan.

En el mundo industrializado de occidente, desde los ´60 hasta ahora, se han ido desarrollando desde el feminismo los Estudios Gay y Lésbicos, no desconocidos en nuestro país, pero asombrosamente no muy aceptados por los movimientos de lesbianas. Tal vez malinterpretados, por ser más asumidos por los movimientos de transexuales y gays, que para muchas lesbianas feministas han pasado de adversarios, a ser enemigos. Pero lo que más llama la atención es un cierto tipo de feminismo dogmático, una paradója que por supuesto vá en contra del feminismo en sí. En un mundo post-guerra fría, donde las contrariedades blanco/negro dejaron de ser para dar espacio a los matices, aparece como la reproducción de un muro que acaba de derrumbarse. Despues de los régimenes autoritarios, de las militancias robóticas, de los partidos políticos fundamentalistas, de las identidades nacionales excluyentes, en nuestro país aún perduran dos cosas: el chauvinismo ciego y la intolerancia. A eso se le podría agregar el miedo, y en el caso de las mujeres, la falta de autoestima (que a su vez lleva a la discriminación entre las mismas mujeres).

Algunas feministas parecieran esmerarse en reproducir el sistema contra el que dicen estar en contra, construyendo recetas de cómo vivir para ser una “verdadera” feminista. Una “verdadera” feminista pareciera ser alguien que responde a exigencias tan, o aún más extremas (y anticuadas, por cierto) que las de las feministas más radicales de los años ´60: no usar tacos altos, no comprometerse con su pareja y menos casarse, no ser romántica (por lo menos no en público y menos en ceremonias), no usar cierto tipo de vestimenta, no ser sexy, no incluir a los hombres dentro del feminsimo, no solidarizar con mujeres que no estén concientes de su condición social en la escala del patriarcado, no maquillarse y no depilarse; seguir un discurso y repetir frases clichés dichas por feministas célebres, seguir la huella del “verdadero” feminismo, es decir seguir “la receta”.

Quien no encáje en ese marco, al parecer no es feminista. Pareciera que tambien merece ser criticada duramente por toda su falta de “consecuencia” (como en los viejos tiempos de militancia marxista), y su forma “machista” de expresarse (como si todo nuestro idioma en sí no fuera androcéntrico). A fin de cuentas, según estas reglas, la mayoría de las mujeres deberían quedarse calladas o dejar de existir y dejar a las “verdaderas” feministas cambiar el mundo. Como a aquellas conocidas lesbianas feministas que asumieron el rol de dirigentas autoritarias considerando que “el resto” no estaba apto para participar en las desiciones “correctas”, de un movimiento que no era tal sin ese “resto”…

Pareciera que lo externo es más importante, como suele ser con las mujeres… En realidad esa imágen de "la feminista" sólo corresponde a los prejuicios que muchos hombres antifeministas tienen de las feministas. Lo insólito está en que muchas así llamadas "feministas" insisten en esta distorción.

Pareciera ser que para ellas no es válido ser feminista desde la propia identidad, y como en el socialismo (o como durante pinochet), tenemos que ser todas “iguales”. Desde esta perspectiva, demás está decir que entonces tenemos que ser todas “nacionales”, occidentales, asimilarnos a la cultura de la mayoría, dejar de ser autónomas, y no hablar desde la propia experiencia o hacer las cosas desde la propia realidad. Más o menos como ocurría en los países desarrollados durante los ´60, por ejemplo: el feminismo estaba hecho sólo para mujeres heterosexuales blancas de clase media. Aún ocurre en algunos países que las negras, árabes, latinas e indias, deben adaptarse al feminismo de las blancas para dejar de ser oprimidas, de lo contrario, se cree que sólo serán víctimas de los hombres de “su cultura”. Así mismo pareciera ocurrir a veces con aquellas mujeres feministas que no cálzan en la imágen que tienen algunas de la “verdadera” feminista.

El patriarcado, esa palabra tan gustosamente repetida por estas feministas del siglo pasado, está basado en un sistema enraizado en nuestras mentes, a seguir y reproducir, en donde las recetas de las formas de ser y de vivir son instrumentos eficaces para lograr calzar en las imágenes y estereotipos que ejercen su poder excluyendo al Otro, y reproducen el sistema. En la historia universal hay muchos ejemplos de cómo algunos grupos de individuos oprimidos discriminan a otros oprimidos, por ejemplo de cómo los negros oprimen y discriminan a otros negros o a otras etnias, de cómo las mujeres oprimen y discriminan a otras mujeres. En especial cuando estos grupos o personas han adquirido un cierto estatus en la sociedad, que los acerca más a la posición del opresor principal. O sino, cuando la discriminación hacia los pares es el camino hacia ese status y una manera de dejar de sentirse marginal, sacrificando la autonomía o la identidad cultural.

Algunas mujeres hemos ido aprendiendo mal algunas cosas. Al cambiar las metas, que ya no son las tradicionales de antes, algunas mujeres han incluido la competencia a la manera del sistema. La falta de autoestima, junto a la competencia indolente, suele llevar a una actitud arrogante hacia otras mujeres, y contribuye a la reproducción inconciente de patrones de discriminación.

¿Es necesario ser como un “hombre” para obtener derechos? ¿O es más importante darle nuevos valores a las cualidades “femeninas”? Las dos cosas pueden ser importantes (según el contexto), pero creo que lo más importante es estar concientes de nuestros prejuicios, y en el caso de nuestras metas, tener claro contra quienes competimos y en el camino no perder de vista la capacidad de aceptarnos como somos sin caer en dogmas (que tanto mal ya han hecho en el mundo através de la historia). Saber que cada una lleva su propia lucha diaria, que ninguna de ellas encája en un marco impuesto, o en alguna receta, porque nisiquiera existe algo llamado “mujer”, ya que somos un constante devenir. Si hay algo que todos los seres humanos tenemos en común, es la diferencia, las peculiaridades de cada una. Sin la diferencia, la igualdad nunca será posible, y menos podremos unirnos para alcanzarla.

Las mujeres en nuestro país, durante los años ´70 y ´80 lucharon juntas por una meta en común, mientras los hombres en general sólo se peleában por querer hacerlo todo a su propia manera y repartirse los cargos que aún no tenían. Estas mujeres eran de distintos colores políticos, de distintos estratos sociales y distintos sectores de la ciudad, todas distintas en todos los sentidos, pero solidarizaban la una con la otra sin olvidar que la meta era derrocar al enemigo que no dejaba espacio justamente para las diferencias. Fueron esas mujeres las que cambiaron la historia. Hoy ya no está, ese enemigo terrorífico, sin embargo ha dejado un espacio quebrado por donde se intromete la soberbia que nos hace olvidar…

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1 Comments:

Blogger bad said...

a veces me pregunto donde está el femnismo chileno porque no lo veo en los medios ni en el discurso político ni las coversaciones cotidianas.

9:44 a. m.  

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