miércoles, enero 02, 2008

Mujeres y reforma agraria
















Las mujeres en la reforma agraria chilena, 1950-1973

Chris Wisniewski
Universidad de California, San Diego

(traducción: M. Vera)


El libro de Heidi Tinsman es una excepcional muestra de la relación entre el género, la sexualidad, y el esfuerzo de aplicar la reforma agraria chilena, que fue de gran envergadura, por lo menos en términos de redistribución de tierras cultivadas. Fue también muy paradójica, porque tenía metas tanto capitalistas como revolucionarias. La reforma agraria comenzó en 1964 bajo la administración de Eduardo Frei, que reasignó más del 20% de la región agrícola de Chile, en un esfuerzo por levantar a las familias campesinas y movilizar a los trabajadores, en lo que el presidente llamó una “Revolución en libertad”.

Hasta ese entonces, las grandes haciendas del valle del Aconcagua (la región en la que se centra Tinsman) se basaban principalmente en el sistema de latifundio, en el que los terratenientes cedían tierra a los inquilinos (cabezas masculinas de la familia) a cambio del trabajo de éste y su familia. Los hombres veian el patriarcado, es decir la base del sistema, como enteramente “natural,” dice Tinsman, y calzaba fácilmente en el modelo de la iglesia católica de los arreglos domésticos cívicos.

El esfuerzo del gobierno para eliminar el sistema de peones, fue conducido por la ideología patriarcal. Tanto los funcionarios del gobierno demócratacristiano, como los del gobierno de la Unidad Popular, compartieron la idea de que la reforma agraria debia darle poder sobretodo a los hombres (campesinos) a través del trabajo colectivo, y a tal efecto fueron incentivados los sindicatos, siendo enormemente exitosos.

La sindicalización en el campo aceleró las tomas de tierras, y las coaliciones que se formaron entre las organizaciones obreras de izquierda y las católicas, con los sindicatos patrocinados por el estado, tuvieron éxito en mejorar las condiciones de trabajo y los salarios. El ambiente masculino fomentado por este esfuerzo tuvo éxito en conseguir que el inquilino fuera capaz de pararse frente a sus jefes, llegando a ser “todo un hombre”. Pero en cierto modo también falló: las mujeres fueron sumamente excluidas del trabajo organizado y las libertades sexuales de los hombres fueron reafirmadas.

Sin embargo, nunca se vió a las mujeres como poco importantes en la reforma. Su tarea era apoyar a sus maridos y manejar eficientemente los hogares. A tal efecto, las mujeres de los campesinos recibían educación de los centros de madres y de los programas de planificación familiar, donde adquirian habilidades “apropiadas a su sexo”, socializaban entre ellas y participaban en actividades de la comunidad, incluyendo el activismo laboral. Mujeres y hombres más jóvenes participaban en los clubes juveniles, que promovían el desarrollo político, vocacional y cultural que acentuaban sus responsabilidades futuras como ciudadanos adultos.

Aunque la actividad femenina fue promovida por el “mutualismo de género” (cooperación entre los sexos), el sistema fue basado sobre papeles distintos de género. Reforzó las responsabilidades domésticas de las mujeres, y trató al marido como la principal autoridad en materias de planificación familiar. Sin embargo, discute Tinsman, las mujeres chilenas campesinas se beneficiaron -y participaron- en el esfuerzo de la reforma agraria del estado, incluso las veces que mostraron hostilidad hacia la política más radical abogada por el gobierno de Salvador Allende.

Sin duda, la reforma agraria bajo el gobierno de Allende promovía mayor igualdad de género y la redistribuición de más tierra, así como alentaba a un mayor activismo entre la gente del campo, pero no tuvo éxito en incorporar a las mujeres campesinas en la economía formal. Esto se debió principalmente a la oposición abrumadora de los hombres y a la continua relegación de las mujeres a la esfera doméstica. Por otra parte, la naturaleza más intensificada del programa y la perceptible retórica socialista que iba con ésta, en conjunto enajenaron a muchos de sus partidarios, incluyendo a las mujeres rurales.

Tinsman nos da abundante evidencia que refuta las explicaciones convencionales sobre la hostilidad de las mujeres rurales a la Unidad Popular, tales como su religiosidad o valores conservadores, o tales como que el programa no las haya tomado en consideración. De hecho, por lo menos dentro del valle de Aconcagua, las mujeres recibieron ventajas materiales considerables y ellas apoyaron el programa. Sin embargo, como los hombres eran más activos políticamente y viajaban más, a veces desarrollaban relaciones con otras mujeres o tenían sexo extramarital, lo que según el estudio de Tinsman, hacía que sus esposas se sintieran abandonadas y perdieran la fe en la reforma.

El epílogo de Tinsman señala irónicamente que fue el régimen Pinochet, después del golpe militar de 1973, el que creó las condiciones para la solidaridad de género entre las trabajadoras rurales -una meta nunca observada bajo la reforma agraria- forzando a las mujeres campesinas al mercado de trabajo agrícola.

El estudio de Tinsman es una monografía verdaderamente excelente que no sólo está bien informada y maravillosamente escrita, sino que también es un ejemplo excepcional y sincero sobre la manera en la que la desigualdad y la sexualidad de género afectan a los movimientos revolucionarios. Su uso del testimonio oral merece alabanza particular, porque sus entrevistadas son asombrosamente francas y sus testimonios muy reveladores, especialmente con respecto a las diversas maneras en que los hombres y las mujeres experimentaron y entendieron el proyecto de la reforma agraria.

Al igual que los estudios de Portero y de Hutchison, Tinsman también nos recuerda que el patriarcado, siendo una presencia robusta en la familia, la comunidad y el lugar de trabajo, nunca ha gozado de una existencia enteramente estable, por lo menos no en el vigésimo siglo de México y de Chile. Más exactamente, estos trabajos dejan en claro que nuestra comprensión de la historia obrera se realza considerablemente cuando investigamos su naturaleza basada en el género.



Tinsman, Heidi. 2002. Partners in Conflict: The Politics of Gender, Sexuality, Labor in Chilean Agrarian Reform, 1950-1973. Durham, NC & London: Duke University Press.

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