miércoles, febrero 28, 2007

Bendición a parejas del mismo sexo



Nueva Ceremonia de bendición a parejas del mismo sexo en la Iglesia de Suecia

La Iglesia Nacional Luterana de Suecia ahora ofrece una ceremonia de bendición a parejas del mismo sexo que han registrado su relación ante las autoridades civiles. Desde el primero de enero de 2007, una liturgia nueva ha sido introducida, lo que abre la oportunidad de llevar a cabo la celebración de ceremonias de compromiso de pareja a parejas del mismo sexo durante la Santa Misa. La nueva liturgia ha sido introducida en todas las parroquias de la Iglesia de Suecia, por todo el país. La nueva ceremonia también incluye la bendición de anillos ante la congregación, así como los votos de la pareja. Debido a la estricta legislación anti-homofobia en Suecia, los sacerdotes individuales no pueden negarse a realizar la ceremonia, misma que en algunas parroquias rurales ha sido percibida como controversial.

"Los Seres Humanos que desean vivir en una relación amorosa y basada en la fé, ahora pueden también recibir la bendición a sus relaciones en una misa de servicio público," afirmó Anders Wejryd, Arzobispo de la Iglesia de Suecia y Líder del Consejo de la Iglesia en una declaración oficial. Continúa diciendo que "es una alegría y una decisión importante", y enfatiza que la liturgia de una iglesia debe ser "durable, bíblica, personal y al mismo tiempo universalmente válida... "Yo creo que hoy hemos encontrado este balance", agrega.

La Asociación Nacional Sueca por la Equidad Sexual enfatizó que esta es una medida positiva, la cual recibieron de todo corazón. Al mismo tiempo, sin embargo, la ceremonia de unión religiosa sólo debe ser considerada como un paso en la dirección correcta. RFSL está promoviendo una ley de matrimonio que sea neutral en cuanto al uso de géneros en su letra, que debería reemplazar tanto al matrimonio civil como al matrimonio ante la iglesia en su forma actual.

Fuentes:

http://www.rfsl.se/
http://www.svenskakyrkan.se

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La aldea de las mujeres

Una aldea de mujeres en Kenia es un signo del auge del feminismo en África: Umoja.

Sentada a la sombra, con las piernas cruzadas en una esterilla de sisal curtido, Rebecca Lolosoli, matriarca de una aldea exclusivamente de mujeres, tomó la mano de la asustada chica de 13 años. La niña debía casarse con un hombre tres veces mayor, y Lolosoli le dijo que no estaba obligada a hacerlo.


Emily Wax



El hombre era el hermano de Lolosoli, pero no importaba. Este es un trozo de África donde mandan las mujeres.
"Eres una niña. Él es un viejo", dijo Lolosoli, que da refugio a niñas que escapan de matrimonios forzados. "Las mujeres no tienen por qué seguir aceptando este sin sentido".

Hace diez años, un grupo de mujeres fundó la aldea de Umoja, que significa ‘unidad' en swahili, en un campo no deseado de hierba seca.

Las mujeres dijeron que habían sido violadas y, como resultado, abandonadas por sus maridos que dijeron que había deshonrado la comunidad. Picada por el tratamiento, Lolosoli, una mujer carismática y segura de sí misma con una campanuda corona de pelo negro, decidió que ningún hombre viviría en su aldea circular de chozas de barro y estiércol.

En un acto de despecho, los hombres de su tribu empezaron a construir su propia aldea al otro lado del camino, a menudo vigilando las actividades en Umoja y espiando a sus contrapartes femeninos. Lo que empezó como un grupo de mujeres sin casa buscando un lugar dónde vivir solas, se convirtió en una exitosa y feliz aldea. Aquí viven unas tres docenas de mujeres y dirigen un centro cultural y un camping para turistas que visitan desde la adyacente Reserva Nacional Samburu.

Umoja ha florecido, atrayendo finalmente a tantas mujeres que buscan ayuda que incluso contratan a hombres para ir a recoger leña, una ocupación tradicionalmente femenina. Los hombres en la aldea rival también intentaron construir un centro cultural y turístico, pero no tuvieron demasiado éxito.



Pero las mujeres se sintieron alentadas con los beneficios de su camping y su centro cultural, donde venden artesanía. Por primera vez fueron capaces de enviar a sus hijos a la escuela, comer bien y rechazar las peticiones masculinas de que sus hijas sean circuncisadas o casadas. Se hicieron tan respetables que las mujeres con problemas, algunas golpeadas, algunas tratando de divorciarse, empezaron a aparecerse por este pequeño villorrio al norte de Kenia. Lolosoli fue incluso invitada a Naciones Unidas para asistir a una reciente conferencia sobre asertividad de género en Nueva York.

"Eso fue cuando empezó a actuar la gente celosa", dijo Lolosoli, agregando que los hombres de la localidad habían amenazado con matarla, antes de su viaje a Nueva York. "Me dijeron, francamente, que querían matarme", dijo Lolosoli, riendo porque pensaba que la idea era muy exagerada. Sebastian Lesinik, el jefe de la aldea masculina, también rió, describiendo la clara división que veía entre hombres y mujeres. "El hombre es la cabeza", dijo. "La dama es el cuello. Un hombre no puede, digámoslo así, pedir consejo a su cuello". "Está poniendo en cuestión nuestra cultura", dijo Lesinik en una entrevista en un bar una abrasadora tarde. "Es lo que está de moda en estos tiempos modernos. Mujeres problemáticas como Rebecca".

Con una mezcla de sentido común femenino y el goteo de influencias del mundo exterior, ha crecido una versión del feminismo junto a niveles extremos de violencia sexual, la batalla contra el VIH-SIDA y la secuelas de las guerras, que han cambiado todos de maneras sorprendentes el papel de la mujer.



Se ha presentado al parlamento de Kenia un paquete de nuevas leyes para dar a las mujeres derechos sin precedentes para rechazar propuestas de matrimonio, luchar contra el acoso sexual en el trabajo, rechazar la mutilación genital y perseguir la violación, un acto tan frecuente que los líderes kenianos lo califican como el problema de derechos humanos más grave del país. La pena más severa, conocida como ‘proyecto de ley de castración química', castrará a violadores condenados repetidas veces y enviados a prisión de por vida.

En la vecina Uganda, miles de mujeres están manifestándose este mes a favor de la Ley de Relaciones Familiares, que les darían derechos legales específicos si sus maridos tomaran una segunda mujer, en parte debido al temor de contraer el VIH.

Once años después del genocidio en Ruanda, en el que se calcula que murieron 800.000 personas, las mujeres en el país ocupan el 49 por ciento de los escaños en la Cámara Baja del parlamento. Muchas de ellas son viudas de la guerra que dicen que se sintieron compelidas a levantarse en protesta después de que líderes masculinos dirigieran a la mayoría hutu en la matanza de 1994 de los miembros tutsi.

En todo el continente en África Occidental, las mujeres nigerianas están presionando fuertemente para la nominación de más mujeres políticas, incluyendo al presidente en 2007, diciendo que los hombres no han sabido dirigir propiamente al país. Concentrándose en la cumbre del Grupo de los Ocho en Escocia esta semana, las activistas dijeron que esperaban que la ayuda internacional para África incluya el financiamiento de las mujeres que reclaman sus derechos en tribunales y más representación en las cámaras.



"Estamos en el inicio de algo importante para las mujeres africanas", dijo Margaret Auma Odhiambo, dirigente del grupo más grande de viudas de Kenia. Los miembros son mujeres cuyos maridos han muerto de complicaciones relacionadas con el SIDA.
Los esfuerzos de Lolosoli para pedir cambios en su parte del continente muestra las dificultades de cambiar el ritmo y estructura de poder en la vida de la aldea. Antes de que Lolosoli asistiera a la conferencia de Naciones Unidas, iba de casa en casa en la cercana ciudad de Archer's Post, diciéndoles a las mujeres que ellas tenían derechos, como el de negarse a tener sexo con sus maridos si ellos las golpeaban o maltrataban.

"Una mujer no es nada en nuestra comunidad", dijo, refiriéndose a los miembros de su tribu, incluyendo a los hombres en la aldea al otro lado del camino. "No puedes responder a los hombres o hablar con ellos, tengas o no razón", dijo. "Eso tiene que cambiar. Las mujeres tienen que exigir sus derechos y entonces nos respetarán. Pero si te quedas callada, todo el mundo piensa que no tienes nada que decir. Y nuevamente, yo no me hice popular diciendo lo que decía".

En la conferencia de Naciones Unidas en Nueva York, dijo Lolosoli, ella y otras mujeres de todo el mundo se unieron mientras ellas miraban un episodio de ‘Oprah' que giraba sobre las mujeres, la agresión verbal y el adulterio.

"No haces más que llorar", suspiró Lolosoli, que dijo que muchos hombres de su tribu todavía tienen varias esposas. "Nuevamente, lo que me inspiró fue que muchas mujeres hacen frente a retos de este tipo y los superan".



Cuando volvió a Kenia armada con ideas y manuales de adiestramiento en asertividad, se plantó en sus treinta incluso cuando algunos hombres interpusieron una denuncia en tribunales, tratando de prohibir la aldea de mujeres.

"Yo simplemente negaba a los hombres cuando me lanzaban amenazas indirectas y preguntaban: ‘¿Estás bien? ¿Están bien tus hijos? ¿Están bien tus vacas?'", dijo. Su táctica y calmada reacción los desarmó, recordó. "Después de todo, no nos iban a parar". Lolosoli está todavía peleando con su hermano por su intento de casarse con una niña de 13. Pero en los últimos tiempos los hombres de la aldea han empezado a admitir su derrota. Ya no están tratando de atraer a los turistas. Algunos se han mudado. Otros han tenido problemas para casarse porque algunas mujeres en el área están siguiendo el ejemplo de Lolosoli.

"Pero ella ha tenido éxito, es verdad", suspiró Lesinik, que dijo que él está quizás un poco celoso. Luego se encogió de hombros y dijo: "Quizás podemos aprender de nuestros cuellos. Quizás podemos aprender un poco"

©washington post
©traducción mQh

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Mujer e inmigrante

Históricamente, la migración de la mujer ha estado ligada a la reunificación familiar, que se iba siguiendo a su pareja o familia. Hoy es distinto: a nivel mundial las migraciones están protagonizadas por mujeres y puntualmente por las opciones laborales que se les ofrece.

Soledad Ortega N., Mujeres Hoy

Tres factores que se conjugan en un fenómeno demográfico que durante la última década ha creado un nuevo y discriminado grupo social en Chile, calificado peyorativamente como “las nanas peruanas”. Un reciente estudio muestra el perfil de estas inmigrantes: a pesar de un alto nivel educacional, la mayoría sólo accede al trabajo en el servicio doméstico.

Hace algunos años, Carolina Stefoni viajaba en taxi en la norteña ciudad chilena de Iquique. Ante la presencia en la calle de un grupo de peruanos, el conductor explotó en comentarios xenófobos y discriminatorios.

La anécdota, lamentablemente bastante habitual en esa zona de Chile, quedó dando vueltas en la cabeza de esta socióloga con master en Estudios Culturales, que, de a poco, comenzó a especializarse en el tema de las representaciones culturales, puntualmente en las “representaciones que hacemos de los inmigrantes, enfocándolo en el tema del género y la discriminación”, explica.

Como investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Carolina ha desarrollado extensos trabajos sobre la realidad de las mujeres inmigrantes peruanas en Chile, quienes son protagonistas de un nuevo fenómeno demográfico y social que ha decantado masivamente con la instauración de la figura de la “nana peruana” en el imaginario colectivo chileno. Esto porque la mayoría de estas mujeres se han empleado en el servicio doméstico; y las empleadas en Chile reciben el nombre de “nanas”.

A mediados del decenio de 1990 comenzó un intenso flujo migratorio desde Perú hacia Chile a raíz de la crisis económica que atravesaba el primer país y la aparente estabilidad y pujanza del segundo, configurando nuevos grupos sociales, especialmente en la capital chilena.

Se calcula que la población inmigrante peruana en Chile bordea las 60 mil personas, aunque Extranjería reconoce que en situación irregular podrían encontrarse hasta 100 mil.

Una nueva investigación realizada por Carolina junto a Lorena Núñez, que se publicará en diciembre próximo, determinó que la mayoría (alrededor del 60 por ciento) de los inmigrantes peruanos en Santiago son de sexo femenino y provienen de ciudades del norte costero de Perú, como Trujillo y Chimbote.

Y aunque un 85 por ciento llega para emplearse en el servicio doméstico, un 24 por ciento de las encuestadas tiene estudios superiores –técnicos o universitarios–, mientras que un 69 por ciento cursó la secundaria.

Respecto a sus ocupaciones anteriores a la migración, un 15 por ciento de las mujeres declaró haber sido empleada de oficina, un 14 por ciento ama de casa, un 11 por ciento trabajadora técnica, y un 9 por ciento profesional.

El estudio demuestra una fuerte segmentación laboral, que dificulta el acceso de mujeres capacitadas y con experiencia laboral a trabajos acordes a su preparación: la investigadora intentó encontrar respuestas a esta discriminación.

- Se tiene la idea de que la mayoría de las inmigrantes peruanas que llegan a Chile pretenden estar en el país por poco tiempo, ¿es cierta esa apreciación?

- Al hacer esa pregunta, la mayoría de las mujeres dice inmediatamente que su plan es volver lo más pronto posible. Pero hay que tomar en cuenta que esta migración surgió con fuerza en 1995, o sea, es todavía un fenómeno joven. Esa es la declaración de principios: volver lo más pronto posible. Lo que ha sucedido históricamente con las migraciones es que los grupos humanos tienden a quedarse.

Ahora, de todas maneras, el hecho de que la mayoría de las mujeres venga con la idea de que quieren juntar un poco de dinero y volver, genera de algún modo mecanismos distintos de adaptación porque su proyecto será de corto plazo.

- O sea, no buscan generar espacios de integración con la comunidad chilena.

- No, porque actúan de acuerdo a los preceptos que ya traen, que volverán pronto, por lo que no lo ven necesario. ‘Si vengo por cinco años, no me interesa comprar una casa o auto, sino trabajar todo lo que pueda para ahorrar’. Eso ya predetermina conductas.

- Llama la atención que en los nuevos fenómenos migratorios mundiales las mujeres sean mayoría, esta no es la excepción, ¿por qué son las mujeres peruanas las que se están viniendo a Chile?


- Se cruzan varios elementos: por definición, todo migrante irá a un lugar donde hay trabajo, y en Chile efectivamente hay un espacio laboral disponible para mujeres: el servicio doméstico. Y eso se ha producido también porque las mujeres chilenas se han ido retirando de a poco de esta actividad, por lo que ha quedado un nicho que ahora es ocupado por estas migrantes.

Históricamente, la migración de la mujer ha estado ligada a la reunificación familiar, que se iba siguiendo a su pareja o familia. Hoy es distinto: a nivel mundial las migraciones están protagonizadas por mujeres y puntualmente por las opciones laborales que se les ofrece.

En algunos casos, la migración se traduce en emancipación en la medida que escapan de episodios de violencia u opresión, sobre todo las mujeres jóvenes. Pero la mayoría son mujeres que dejan una familia atrás y quieren volver con ella.

martes, febrero 27, 2007

Feminismo y Racismo en America Latina

por Francesca Gargallo

¿Por qué, el feminismo latinoamericano, a pesar de tener claridad a mediados del siglo XIX, se resiste y titubea hoy al abordar el problema del racismo a su interior? Una de las razones apuntaría a las costumbres racistas de las clases medias blancas o mestizas de América de donde provienen la mayoría de las feministas, en particular las académicas.

La raza y la pertenencia étnica son determinantes en la configuración de la estructura de clases en América Latina, donde predomina una verdadera pigmentocracia sectaria en los ámbitos salarial, educativo y social. Si se pierde el empuje revolucionario según el cual para salir de la discriminación hay que reconocer y luchar contra todas sus formas, entonces es comprensible que una mujer blanca para escapar de la discriminación de género abandone la lucha por la liberación de las mujeres y hombres que, por motivos históricos de opresión, viven la identificación de su color, su lengua y su cultura con el privilegio que se abroga la sociedad blanca de explotarlos.

El ala igualitarista y mayoritaria del feminismo pelea su visibilidad en el sector público, luchando no tanto por el reconocimiento del derecho de las mujeres a ser diferentes del modelo masculino dominante, sino a ser consideradas iguales a él al interior de un sistema que ya no pretende transformar. Así se esfuerza con identificar sus posiciones con las de la modernidad occidental, en particular con las reivindicaciones de la burguesía ilustrada de finales del siglo XVIII de igualdad y libertad, olvidando que esa misma modernidad en América Latina se negó a reconocer los derechos de los haitianos en 1805 y de los indígenas durante 500 años. La modernidad americana nació y se mantuvo colonialista y racista.

Para igualarse a lo inigualable, a lo diferente y ajeno, hay que hacer concesiones, vestirse de traje sastre, bajar el tono de la voz, no mostrar sentimientos, en fin dejarse colonizar. Dice Amalia Fischer que la modernidad occidental solamente respeta aquello que es como él, es decir tolera la diferencia del otro sólo cuando es derrotada: “Vuélvete como yo y respetaré tu diferencia”.

Ya que la diferencia es obvia pero la igualdad es anhelada, la corriente mayoritaria del feminismo ha optado por la práctica de obtener derechos y visibilidad en los ámbitos de privilegios de los hombres erigidos como modelo: la academia, los medios de comunicación, las finanzas, la política representativa. Para ello ha insistido en el empoderamiento de las mujeres, negando que en principio esa palabra mal traducida significara potenciamiento y visibilidad de las cualidades positivas que emanaban de la experiencia histórica de las mujeres.

Algunas latinoamericanas empiezan a denunciar que la imposición de la lucha por el poder a las mujeres capaces de evidenciar que el modelo autoritario es uno y se reproduce en todos los ámbitos, fomentando el racismo, el sexismo, el menosprecio hacia los diferentes, superponiendo las condiciones de sumisión en el mundo, es volver a impedir que las mujeres den muestra de lo obvio, de lo que queda oculto a la medición “objetiva”; es volver a imponer el velo a los ojos del mundo.

Este feminismo se reorganiza alrededor de la propia necesidad de las mujeres de no dejarse reciclar por el sistema capitalista y su episteme. Las lleva a descubrir que la hermenéutica del poder es la única hermenéutica a la que se opone tanto el pensamiento académico como la democracia formal, porque desencadena el conocimiento de la resistencia como un elemento triunfante frente a las imposiciones. Del nuevo antirracismo feminista se construye la interpretación de las crisis de los movimientos sociales y se analizan las formas de reproducción de la dominación hacia adentro del feminismo académico y de las políticas públicas: exclusión, racismo, homofobia, construcción de jerarquías, caudillismos, silenciamientos, falta de circulación de la palabra.

Según María del Rayo Ramírez Fierro, ubicar el propio análisis de la realidad desde América Latina implica hacerlo desde “todos los lugares marginales del imperio global”. Esto es, desde espacios geográficos, culturales y económicos donde los movimientos sociales más recientes han aglutinado a sectores diversos (mujeres y hombres indigentes urbanos, indígenas y campesinos, desempleados, de la tercera edad, niños de la calle, afrodescendientes, migrantes) para estructurar reclamos que tienen que ver con algo más profundo, más elemental que la lucha por la socialización de los instrumentos de producción.

Se han juntado alrededor de la no privatización de recursos naturales primarios como el agua o el gas, contra el turismo trasnacional, contra el latifundio y la agroindustria: son los sin tierra de Brasil, los sin rostro de México, y los sin techo de toda América, es decir son los seres humanos extranumerarios para el sistema capitalista mundial que, desde sus márgenes, son capaces de ponerlo en crisis.

El movimiento zapatista en México, los cocaleros en Bolivia, los indígenas amazónicos y andinos de Ecuador y Venezuela están denunciando la relación entre el colonialismo, el racismo y las desigualdades económicas, de oportunidades y de acceso a los servicios públicos entre los mestizos y los indígenas.

Igualmente juzgadas como manifestaciones de racismo son las políticas de castellanización y aculturación de los pueblos originarios: “Nos quieren desindianizar”, denuncia la maestra Perla Francisca Betanzos Gondar, de Milpa Alta. “Quien estudia español ya no quiere hablar náhuatl y lo olvida. El proceso de desindianización implica que quien habla español es gente de razón, es gente respetada. Con la lengua se pierde la cosmovisión, la relación con la naturaleza como madre, la idea que el principio creador, Ometéotl, es femenino y masculino, que las mujeres representamos a la tierra…”.

Las feministas, lejos de rechazar la existencia de las relaciones racistas, las ubican al interior de una red de poderes que también vincula el colonialismo con el sexismo, y éste con la violencia.

Según Sueli Carneiro, las que podrían ser consideradas historias o reminiscencias del periodo colonial, permanecen vivas en el imaginario social y adquieren nuevos ropajes y funciones en un orden social supuestamente democrático, pero que mantiene intactas las relaciones de género -según el color, la raza, la lengua que se habla y la religión- instituidas en el periodo de los encomenderos y los esclavistas.

Imaginar es desear una imagen de sí, una imagen utópica, diversa de la que los roles y jerarquías asignan a la persona. A la vez, el deseo no es afán de apropiación de algo o alguien exterior, sino anhelo de saber y saberse desde sí. De tal modo, renovar el imaginario del ser mujer por parte una colectividad femenina supone la voluntad de querer revisarse en la historia, por el deseo de saber si existe una posibilidad de autodefinirse como mujeres, y por el deseo complementario de saberse proponer como miembro de pleno derecho de la comunidad humana. Desplegar el deseo implica necesariamente un movimiento hacia un cambio del propio status quo que, como dice Marta Sánchez Néstor, se sigue de “recordar nuestras antepasadas femeninas”. Por supuesto, quererse saber significa desconocer conscientemente la idea de nosotras que ha construido (y asignado e impuesto) la cultura del poder hegemónico.

Musulmanas y feminismo

Desde hace algún tiempo ha comenzado a cuestionarse la validez universal de algunas premisas del feminismo de los países industrializados. Así, es frecuente que, en la actualidad, muchas feministas occidentales deban comenzar su acercamiento a temas que les son lejanos, como el de la condición de la mujer en el Islam, recordando su propia genealogía.

La enunciación del feminismo como movimiento comenzó en Inglaterra, en la segunda mitad del siglo XIX, y fue realizada por mujeres que pretendían acceder a los derechos de propiedad, que todavía la ley británica les negaba. Incluso cuando el parlamento británico aprobó la Primera Ley Patrimonial de Mujeres Casadas en 1882, siguió negándoles a éstas patrimonio independiente de aquel del marido, un derecho que fuera reconocido a las musulmanas en el siglo VII, en tiempos del profeta Mahoma.

El feminismo occidental, desde sus inicios, fue concebido por mujeres de clase media y de raza blanca que, al juzgar las normas de otras culturas, lo han hecho de forma acrítica. Dentro de la academia feminista se reconoce hoy que, en muchos casos, sus esfuerzos por liberar a sus pares del Tercer Mundo han estado marcados por prejuicios clasistas y etnocéntricos y que sus patrones para juzgar el resto del mundo han dejado de lado su propia condición, su posición de privilegio como ciudadanas de países que fueran colonialistas (o que, en la actualidad, son neocolonialistas).

Como contrapartida abundan las académicas del Sur, entre otras algunas musulmanas, que subrayan el hecho de que la mirada de las feministas del Norte y su acerba crítica al patriarcado del mundo no industrializado carece en muchos casos de los datos más elementales de contextualización. Se repite, entonces, que el despliegue de las "industrializadas", cuando tratan de apresar la realidad del Sur, es "insensible al contexto". En el caso específico del Islam, las académicas musulmanas suelen repetir que los lentes con que se lo percibe desde Occidente están teñidos, además de por preconceptos androcéntricos, etnocéntricos y colonialistas, por la mistificación occidental que, en su libro Orientalismo, denunciara Edward Said existe con respecto al Islam en general: se le niega su realidad histórica y se lo percibe al trasluz de un pasado "de esplendor" y a un presente "invariablemente" decepcionante con respecto a ese pretérito.

La batalla por la interpretación

Además, el discurso feminista tradicional (es decir, el de los países industrializados), no parece percibir la existencia de discursos, "dentro" de cada cultura que remiten a categorías socialmente construidas de "hombre" y "mujer" y al estatus de la mujer. Estos discursos son usualmente controlados por hombres o favorecen a los hombres. En el caso particular de la lucha ideológica y activista de las mujeres dentro del mundo islámico, ésta no deja de tomar en cuenta las interpretaciones coránicas. Buena parte de la opresión que sufren las mujeres en el mundo islámico no es responsabilidad de las escrituras del Corán sino de sus interpretaciones. Siendo el testamento de los musulmanes un texto normativo también en lo social y político, han sido ulemas (estudiosos del Corán), a lo largo de siglos, quienes han detentado su interpretación, y estos han impuesto normas sociales no necesariamente verificables en la letra que legó el Profeta. Tomando para sí las palabras de Mahoma que rezan que "la búsqueda de conocimiento es obligatoria tanto para los hombres como para las creyentes", las activistas musulmanas han hecho del Corán un campo de batalla, reivindicando una interpretación del texto sagrado que favorezca la liberación de las mujeres.

Así, entre otras cosas, se han abocado a la tarea de recordar las heroínas que nombra el Corán, empezando por las esposas y la hija de Mahoma, que participaron en batallas o incluso encabezaron ejércitos. También ponen en evidencia que las prescripciones del Corán no limitan su interpretación a los miembros del género masculino y que ya en tiempos de Mahoma las mujeres participaban de los saberes y la educación.

No todo es obra del Profeta

Varias académicas musulmanas de hoy han reaccionado frente a ciertas interpretaciones, que consideran demasiado entusiastas, y que son ejemplo, según ellas, del discurso manipulado por los varones. Por ejemplo, aquella que indica que el Profeta, al reconocer a las mujeres derechos que hasta el momento le eran negados, como el derecho a propiedad, o poder de decisión sobre su divorcio, había hecho ya, en el siglo VII, "la revolución por las mujeres". Basándose en esta idea, algunos dirigentes musulmanes consideran que en el momento actual es innecesario abogar por nuevos derechos para las mujeres.

Si bien muchas mujeres están de acuerdo en que el Corán trajo consigo ciertas reformas, como la prohibición del infanticidio, el pago de una dote para la novia, la herencia femenina y derechos sobre la propiedad para las mujeres, ellas señalan, no obstante, que para el Corán el divorcio es una prerrogativa exclusivamente masculina. Una razón para esto es que la institución de Khula -además de forzar a las mujeres a renunciar a la propiedad- especifica que a una mujer debe desagradarle tanto su marido como para negarle derechos conyugales, lo que para ella es algo virtualmente imposible de hacer.

La escritora Leila Ahmed, por ejemplo, ha señalado que "el mensaje del Islam, como fuera instituido por las enseñanzas y práctica de Mahoma, comprendió dos tendencias que se encontraban en tensión una con la otra: matrimonio patriarcal y dominio del hombre por un lado, al tiempo que predicaba el igualitarismo ético". Esta ambigüedad pone en tela de juicio qué es islámico y qué deja de serlo. Incluso algunas instituciones indumentarias, como el velo, no debería ser considerado "necesariamente" islámico ya que no es claro que esa fuera la norma absoluta en tiempos del Profeta.













Algunas activistas musulmanas señalan que analizar los tiempos han cambiado y que analizar los versos coránicos para evaluar su significado "verdadero" u "original" ya no es útil. El acceso de algunas mujeres musulmanas a la fuerza de trabajo, además de posibilitarles obtener un ingreso y cierto grado de independencia, ha vuelto obsoleta la naturaleza prescriptiva del testamento islámico. De cara a este cambio, la pregunta recurrente sobre "el lugar de la mujer en el Islam" perdería su relevancia. Las nuevas condiciones económicas y sociales y el desmantelamiento de los tradicionales roles de hombres y mujeres forzarían a reconsiderar la situación.

En ese sentido, la repetida pregunta por el "lugar de la mujer en el Islam", sería desactivada por el cambio histórico. Nuevas condiciones económicas y sociales, la pulverización de los roles tradicionales de hombre y mujer, forzarían a repensar la situación. En último término, esta corriente destaca que el "horror" que manifiestan los musulmanes, tanto mujeres como hombres, frente a la ruptura de la familia producida por los efectos de la industrialización, ni siquiera sería patrimonio exclusivo del Islam.

Entienden que el ingreso de la mujer al mercado laboral desactiva el patriarcado (y no sólo el islámico) y no la familia, y que esta ruptura se verifica también en Occidente, donde muchos grupos cristianos siguen pidiendo a las mujeres que no abandonen sus hogares y se "olviden" de trabajar. En resumen, para estas activistas la situación de las mujeres musulmanas debería estudiarse de acuerdo a dos formas: por un lado tomando en cuenta el específico contexto islámico; por otro, en el marco de la industrialización, donde el ingreso de la mujer al mercado laboral ha colaborado a romper con el patriarcado.



(en http://www.guiadelmundo.org.uy/cd/ )

lunes, febrero 26, 2007

El género, las condiciones sociales y culturales

Mirar el mundo como si no fuera relevante que quienes vivimos en él somos mujeres u hombres, o como si las problemáticas sociales, culturales o políticas no tuvieran que ver con la organización social genérica, significa empobrecerse ante el desarrollo actual del conocimiento y convertirse en analfabetas de género o rechazar la posibilidad de alfabetizarse desde esta perspectiva













por Celia Amorós,
Universidad Complutense de Madrid


La Teoría de Género es la teoría de las construcciones históricas en torno al sexo y a las atribuciones simbólicas de las cosas, los espacios, los territorios, etcétera. Es también la teoría de la organización social y de las concepciones de la realidad construidas con esas bases; y también lo es de las características de cualquier conformación de poder social como parte del orden de géneros, lo que incluye los mecanismos estatales de la reproducción de ese orden.

Pero las mujeres y los hombres no están en el mundo definidos sólo por su género, y la organización genérica no es la única que ordena sus vidas. Mujeres y hombres son siempre, al mismo tiempo, partícipes de otros órdenes sociales y asumen cualidades asignadas por otras condiciones sociales. Por eso el análisis de género requiere la articulación de la Teoría de Género con las teorías que explican, nombran e interpretan otras condiciones sociales y otros órdenes que componen a la sociedad en superposición articulada, en una verdadera conjugación sólo reductible con propósitos de investigación.(.........................)

La organización social del mundo es múltiple y está conformada por el conjunto entrelazado de organizaciones sociales de cada círculo particular. Cada una de éstas puede conceptualizarse como un mundo en sí mismo, pues conforma la unidad dialéctica entre los modos de vida que delinea y la cultura que les corresponde. La cultura particular está constituida por concepciones del mundo, desde las cosmogonías, las mitologías y las filosofías, hasta las ideologías, los conocimientos, los lenguajes y, por supuesto, las mentalidades.

Cada círculo particular, cada mundo circunscrito, desarrolla sus propias mentalidades, el sentido común, las creencias, el imaginario, las fantasías y las expectativas que corresponden con su núcleo definitorio. Y cada círculo cultural contiene sus rituales de reproducción simbólica y material de ese orden. Cada formación social o cada mundo está compuesto por las organizaciones sociales producto de su propia historia.


Así, cada sociedad puede estar conformada por:

* Una organización u orden social genérico (sujetos, relaciones, instituciones).
* Una organización social etaria (por grupos de edad).
* Una organización social de clase y las culturas y subculturas de clase correspondientes
* Una organización social étnica y las culturas de los pueblos que coexisten en la sociedad.
* Una organización social racial y sus construcciones culturales
* Una organización social de casta y sus correspondientes culturas, así como las subculturas de cada casta.
* Una organización social de las personas enfermas y discapacitadas.
* Una organización social estética y sus configuraciones culturales correspondientes a los ámbitos artísticos específicos.
* Una organización social deportiva y su cultura compuesta además por las subculturas de cada deporte.
* Otras organizaciones sociales y sus culturas y subculturas.

Las condiciones étnica, de clase y de casta, así como otras condiciones, modifican al género y a la inversa. La pertenencia a una clase o a cualquier otra categoría social es diferente si se es hombre o si es mujer, y es diferente ser mujer o ser hombre en cada clase, casta o etnia. (.................)

Los sujetos, sus identidades y sus formas de vida: personas y grupos particulares

Tanto el género como las otras condiciones sociales estructuran modos de vida particulares y desarrollan sus propias conformaciones culturales. Por eso se requiere comprender la manera en que se empalman o conjugan dialécticamente unas condiciones con otras para dar lugar a modos de vida y maneras de ser que resultan de conjuntos de determinaciones y no sólo de una.

Las categorías enumeradas no son estáticas. Están en perpetuo movimiento. Como son parte de órdenes sociales en los que coexisten varias relacionadas entre sí, es necesario ubicarse en una perspectiva teórica adecuada para comprender las relaciones entre las clases sociales, las castas, los estamentos, sus múltiples interconexiones y su impacto en el Estado, y para entender, sobre todo, la articulación de los procesos de género en la reproducción de los demás órdenes.

Desde luego, todos los sujetos sociales desarrollan identidades relativas a sus condiciones sociales y culturales. Para conocerlas es preciso analizar el sentido del yo de cada sujeto, su adscripción a categorías sociales, su identificación con ellas, su distancia de otras, así como sus logros, problemáticas y conflictos de vida. El campo teórico de las identidades y de las subjetividades proporciona metodologías para el análisis complejo de esas dimensiones del sujeto y de su relación con el orden social y con la cultura.

Cada mujer y cada hombre tienen asignada una identidad nacional y son definidas y definidos por ella, que a lo largo de su vida han procesado. Como además cada mujer y cada hombre viven desde sus condiciones de clase, étnicas, religiosas y otras en conjugación específica, cada mujer y cada hombre son una mujer y un hombre particulares. Las particularidades y las tradiciones, las costumbres y los modos de vida compartidos por grupos de mujeres y hombres, conforman grupos sociales particulares.


La condición nacional

Por su condición nacional, las mujeres y los hombres pueden ser connacionales cuando se identifican por compartir las posibilidades y las restricciones sociales que la nación representa para sus semejantes y porque han sido enseñados a integrar a su identidad la identidad personal nacional. Pero como el género modifica los potenciales nacionales de cada quien, y cada nación tiene un perfil propio por el tipo y la calidad de las condiciones de género y de las relaciones genéricas que alberga, la pertenencia la condición nacional adquiere significados específicos para las mujeres y para los hombres.

Desde la perspectiva nacional, las personas pueden ser también coterráneas por compartir pertenencia, vínculos y arraigo con la tierra en que han nacido, en la que viven o en la que yacen sus muertos y tal vez yacerán ellas mismas. La identificación positiva por etnocentrismo está orientada hacia las personas semejantes y la negativa hacia las personas que no son conterráneas. Otras categorías derivadas de la condición nacional pueden agrupar a las personas que son también migrantes, extranjeras, transterradas, exiliadas, asiladas, refugiadas, trasladadas, reubicadas, retornadas, desterradas. Esto se debe a las peculiares relaciones políticas de los sujetos y de los grupos con la sociedad y el Estado de origen y con los de arribo, con la tierra propia y la adoptada.

Los Informes sobre Desarrollo Humano de la ONU, permiten confirmar que cada nación da un tratamiento diferenciado a mujeres y hombres, lo que expresa de manera concreta e indudable el orden social de géneros que la constituye. Las evidencias hacen posible encontrar las maneras compartidas y distintas en que hombres y mujeres de las mismas categorías nacionales, ideológicas, religiosas, políticas, laborales y aún familiares, viven diferenciadamente la migración, el exilio, el asilo, el refugio. Las diferencias genéricas intervienen también en la configuración de la vulnerabilidad y las oportunidades de sobrevivencia, adaptación y desarrollo de hombres y mujeres.

De la misma forma, cada nación y cada etnia estructuran su organización social y su cultura genéricas con sus propias peculiaridades identitarias, sus normas, deberes y prohibiciones para las mujeres y los hombres. Y, desde, luego con un orden de poderes de género y con las concepciones que articulan ese mundo y crean en él los consensos. (............)

Los procesos culturales

La Teoría de Género requiere una teorización de la cultura para hacer posible el análisis de la condición cultural de los sujetos de género correlativa a su pertenencia a todas las categorías anteriores y a su género. Todos los procesos de vida son procesos culturales y todas las personas son seres de cultura, aprenden cultura, generan cultura, viven a través de su cultura. Por eso es imprescindible analizar las concepciones del mundo filosóficas, ideológicas, religiosas, científicas y éticas en la sociedad en que se ubican los sujetos, y la forma en que asumen su cultura; es decir, la concreción de las concepciones del mundo en los sujetos, su identificación con su mundo o su extrañamiento frente a él.

La cultura es la materia que conforma a cada sujeto personal y colectivo; cada cual, a su vez, desarrolla su experiencia y ejerce su creatividad sobre la cultura. Para captar los procesos interactivos entre los sujetos sociales y la cultura, es precisa una teoría de la subjetividad, de su constitución y de la dialéctica entre el mundo psíquico y el externo. La teoría de la cultura permite comprender que la subjetividad no es universal, sino también una construcción interactiva e intersubjetiva entre cada sujeto y los otros, entre el sujeto y el mundo.

Lo anterior significa que aunque mujeres y hombres comparten dimensiones culturales, lo hacen desde su subcultura genérica; por ende la percepción del mundo y las experiencias vitales tienen una particular significación de género
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La Perspectiva de Género requiere de una metodología analítica que conjuga teorías y crea una aproximación teórica en síntesis de diversas disciplinas científicas: la historia, la antropología, la semiótica, la psicología, la sociología, la economía, la ciencia política, la estética y la filosofía.
Sólo así es posible construir el análisis histórico crítico de los sujetos y de las formaciones sociales.

Es obvio que no puede invisibilizarse ninguna configuración del mundo, la sociedad, los sujetos o la cultura. Por el contrario, lo único posible es observar esas complejidades desde el género, integrando en el proceso analítico las formas en que se articula el conjunto de condiciones y circunstancias. Por ello, la posibilidad teórica de elegir entre el enfoque de género o el de clase, o el étnico, no constituye una verdadera alternativa: sería una propuesta ideológica y política basada en concepciones monotemáticas, frente a una concepción integradora, histórica y holística.

La supuesta alternativa es también axiológica: se considera que la problemática o la determinación de clase de los sujetos y de las sociedades son prioritarias ante las de género
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Mirar el mundo como si no fuera relevante que quienes vivimos en él somos mujeres u hombres, o como si las problemáticas sociales, culturales o políticas no tuvieran que ver con la organización social genérica, significa empobrecerse ante el desarrollo actual del conocimiento y convertirse en analfabetas de género o rechazar la posibilidad de alfabetizarse desde esta perspectiva.

La propuesta epistemológica que alienta esta perspectiva es construir en todos los casos enfoques integradores y multidisciplinarios. No sólo para los estudios de género, sino para los análisis de clase, étnicos, históricos, económicos, psicológicos, etcétera.